domingo, 31 de agosto de 2008

Manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jan Potocki

Jan Potocki nació en 1761 en el castillo de Pikow (Polonia) y fue un hombre ilustrado hasta la erudición, demócrata, progresista, etnógrafo, viajero y aventurero, acabó sus días en 1815, suicidándose en su biblioteca con una bala de plata que él mismo había pulido pacientemente. Manuscrito encontrado en Zaragoza es una de las obras más legendarias y emblemáticas de la literatura fantástica, que Valdemar presenta en traducción íntegra en castellano, incluyendo su extensa segunda parte. De estructura laberíntica, narrada al modo de los decamerones, la obra transcribe el manuscrito hallado por un oficial de las tropas napoleónicas en Zaragoza, y cuenta las peripecias y viajes del noble caballero Alfonso Van Worden, episodios vividos o referidos sobre «bandidos, almas en pena y adictos a la Cábala», en una visión pintoresca, fantástica y prerromántica de la España profunda del siglo XVIII, llena de inolvidables historias de aparecidos, cabalistas, ventas encantadas o leyendas moriscas, traspasada de un aire picaresco deudor de la tradición española.
Construida según la técnica del relato enmarcado, con historias dentro de historias que se ramifican y entremezclan, al modo de Los cuentos de Canterbury, el Decamerón o Las mil y una noches. Comenzada en 1797, fue publicada sucesivamente en dos partes, y el autor trabajó en ella hasta completarla poco antes de su suicidio.
La primera parte del libro, publicada en San Petersburgo, en los años 1804 y 1805, en edición muy limitada, es un relato fantástico, pródigo en prodigios (aunque casi todos ellos acaban recibiendo una explicación racional).
Estructurada en
Jornadas y ambientada en torno a 1715, su protagonista, Alfonso van Worden, es un oficial de la Guardia Valona que atraviesa Sierra Morena en dirección a Madrid, donde entrará como capitán al servicio de Felipe V.
En el camino, topa con todo tipo de personajes extraordinarios:
gitanos, princesas moras, ladrones, endemoniados, miembros de la Inquisición, cabalistas e incluso Ahasvero, el Judío Errante, todos ellos cuentas sus envolventes historias en torno a míticos lugares como la Venta Quemada, la Posada de los Alcornoques, o las orillas del Guadalquivir en Sierra Morena. A veces no les basta una sola jornada: el autor mezcla dos historias, las alterna y ambas avanzan con gran fuerza durante varios episodios.
Se trata de una estructura laberíntica constante, de clima sorprendente. En la primera jornada, asistimos a una levísima escena lésbica entre dos hermanas, Emina y Zubeida, capaces de compartir «un marido para las dos» y de amar a un cristiano, y asistimos a un hecho inesperado: Alfonso goza del amor, duerme profundamente y amanece entre los dos ahorcados: Los hermanos Soto.
Todos estos personajes y sus historias van tejiendo en torno a Van Worden una compleja red de engaños, que ponen a prueba su temple y cordura. Finalmente, Van Worden descubre que cuantos le rodean están al servicio de un misterioso personaje, el
jeque de los Gomélez, que ha decidido someterle a una compleja prueba iniciática.
Segunda parte
La segunda parte de la obra, Avadoro (una historia española), vio la luz en
1813, en París y de la mano del editor Gide Fils. Los elementos fantásticos se atenúan en favor de intrigas cortesanas y amorosas, y reproducía algunos capítulos ya publicados en la primera parte.

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