martes, 29 de julio de 2008

Huida hacia el sur, de Slawomir Mrozek

En Huida hacia el sur un antropoide simpático y erudito—llamado, seguramente no por casualidad, Godot—recorre Polonia en compañía de tres adolescentes. Caricaturizando la novela juvenil de aventuras y añadiendo dibujos de su propia mano, Mrozek, el más satíricó, ácido e irreverente escritor polaco, consigue una versión rústica y disparatada del tebeo, género tan popular como inaccesible en la Polonia comunista (y ahora catolicona).
Y si la forma rehace de manera cómica su modelo, el propio relato no duda en ridiculizar la pseudoindustrialización, los planes quinquenales, los esnobismos literarios, los provincianismos mezquinos, los pequeños sueños de gran mundo y de evasión que predominaban en aquel país convertido al capitalismo católico.
Huida hacia el sur es uno de las primeras novelas de Mrozek, en la que se le encuentra ya de cuerpo entero: divertidísimo, inteligente y, por encima de todo, singular.

Isla de sirenas, de Norberto L. Romero

Carnal y Serafín, dos hermanos gemelos que viven en una pequeña isla que a lo largo de su historia ha servido de prisión y patíbulo, y donde han ocurrido inexplicables muertes, comparten una vida rutinaria con sus abuelos: Anselmo, acosado por una demencia senil prematura y cuyo único entretenimiento es ver en la televisión los dibujos animados de Mickey; y Adelina, maestra retirada, mujer de enorme entereza pero que extravía su presunta cordura asistiendo a reuniones espiritistas.
La armonía de la casa y el enfermizo cariño que los hermanos se profesan se verán fracturados con la llegada de Nerea, una joven finlandesa. La acción se desarrolla en una atmósfera sofocante donde los personajes, en razón a extrañas circunstancias, van descubriendo el oscuro pasado que signa a la familia y al resto de los habitantes de la isla, condenados a padecer el infortunio a raíz de un terrible antepasado, un hombre cruel y sanguinario. Isla de sirenas es entretenida, negra y obsesiva.

Cuando fuimos agua, de López del Moral

Cuando Fuimos Agua trata del lado oscuro del amor, un descenso a los infiernos del deseo y el vacío, así pues, la realidad del amor sin amor tan de moda.
En esta, su tercera novela, López del Moral juega con el recuerdo y la distancia, con la desesperación y el peso insoportable de la nada. Hay cercanías a André Gide, Apollinaire Paul Valéry o Umbral. López del Moral dice que lo más profundo es la piel, y sobre este axioma defiende su tesis, una vuelta de tuerca a los viejos temas del sexo y la muerte un fresco de carácter marcadamente erótico, unido por un hilo conductor que lleva al sorprendente desenlace sin que uno sepa cómo ha llegado allí.
Es uno de esos libros que se catalogan como "para leer como una sola mano". Pero merece la pena. Pronto me podré con algún otro libro de este autor.